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Nuestros paisanos en el limbo de no saber qué hacer

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • 19 mar
  • 3 Min. de lectura

Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México, 20 de marzo 2025.- La deportación no debe ser una condena al desarraigo, sino un proceso que garantice la dignidad y los derechos humanos de quienes la enfrentan.

Nuestros connacionales no son cifras, sino seres humanos que han construido sus vidas en el extranjero y que, al ser expulsados, quedan atrapados en un limbo de incertidumbre y precariedad.

Desde que asumió Donald Trump su segundo mandato como Presidente de los Estados Unidos, la situación para nuestros paisanos se volvió una espiral de temor e incertidumbre; En apenas dos semanas de su gestión fueron deportados 8 mil mexicano. Hay centenares de historias muy crudas e injustas.

Miles son deportadas y deportadas, no importa si tienen un par de meses o el tiempo que sea en suelo americano. Don Javier llegó hace 37 años. En sus inicios trabajó de ayudante general, carpintero, electricista, y fue forjando su experiencia y conocimiento hasta volverse contratista; el tiempo y la necesidad lo llevó a hablar perfecto inglés. Sin duda, un hombre trabajador al que respaldan muchas certificaciones.

A Don Javier lo deportaron. Jamás imaginó que sería tratado como un criminal; Los agentes el ICE lo esposaron. Su esposa permanece en la Unión Americana sin saber que hacer; ahí ella combina su día como trabajadora doméstica y mesera de una pequeña cafetería. En casa están sus muebles, sus pertenencias.  Y se pregunta: “si me sacan del país, que va a pasar con mis cositas, han sido años de trabajo duro y honrado”

Javier por su parte ni siquiera tiene adónde llegar en Zacatecas. Ahí nació, es su tierra natal pero hoy día quedó muy lejos de ser una opción. Con tantos años en la Unión Americana, ahora prácticamente nadie lo conoce o lo recuerda.

Al igual que muchos centenares de nuestros paisanos regresan a México sin garantías de protección ni oportunidades para reconstruir sus vidas. Este retorno forzado no solo las despoja de empleo y educación, sino que las expone a contextos de violencia de género, discriminación y precariedad. Frente a esta crisis humanitaria, los gobiernos tienen la responsabilidad ineludible de adoptar políticas públicas que no perpetúen el sufrimiento, sino que garanticen una reintegración digna y sostenible.

Qué hacer si desgraciadamente en México se toman la emergencia migratoria a la ligera. El gobierno de Claudia Sheinbaum es tan indolente como el de Andrés Manuel López Obrador. A él nunca le importaron nuestros paisanos, pero destacaba como si fuera un logro el ingreso de remesas.

En contraste el tema de las deportaciones ha sido eminentemente punitivo, sin considerar el impacto devastador que tiene en las mujeres migrantes y sus familias. Muchas de ellas huyeron de situaciones de violencia, pobreza extrema y persecución, y al ser devueltas sin garantías de protección, quedan expuestas a los mismos peligros de los que intentaron escapar. No se trata solo de brindar asistencia humanitaria momentánea, sino de construir mecanismos sólidos que permitan su reintegración digna y sostenible en la sociedad.

Para ello, es fundamental diseñar estrategias con un enfoque de género, intercultural y antirracista que garanticen los derechos de las mujeres deportadas y sus familias. Estas políticas deben incluir acceso a empleo digno, educación para sus hijos, atención psicológica y programas de seguridad para quienes enfrentan amenazas en sus países de origen. Además, es imperativo reconocer las barreras adicionales que enfrentan las mujeres migrantes racializadas e indígenas, quienes sufren discriminación múltiple tanto en los países de destino como en los de origen.

Sin embargo, ninguna solución será efectiva sin una sólida cooperación binacional y transterritorial. Los países emisores y receptores deben coordinarse para establecer programas de reinserción laboral, acceso a vivienda, protección jurídica y atención médica integral. La deportación no puede seguir siendo una condena al desarraigo y la precariedad, sino un proceso que garantice la dignidad y los derechos humanos de quienes lo enfrentan.

Este es un llamado urgente a la voluntad política. No basta con discursos de inclusión si las políticas migratorias siguen perpetuando el sufrimiento y la exclusión. Las mujeres migrantes han sido históricamente invisibilizadas en el diseño de políticas públicas, y es hora de cambiar esa narrativa. La justicia transnacional debe convertirse en una realidad tangible, donde ningún ser humano sea desechado ni relegado al olvido. Construir un futuro con equidad y justicia exige acciones concretas hoy.

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X @DANIELLEE69495

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