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La Marea Negra arrastra los sueños de nuestros paisanos en EU

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • hace 6 horas
  • 2 Min. de lectura

Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México, 26 abril 2025.- En el oscuro oleaje de la política migratoria estadounidense, ha emergido una nueva tormenta: la llamada Operación Marea Negra. Con un nombre que evoca catástrofes naturales y desastres ambientales, este operativo se ha convertido en el emblema de un sistema que trata a los seres humanos como si fueran residuos flotantes en un mar que ya no quiere contenerlos.

No es solo un operativo. Es una declaración de guerra contra la esperanza.

Florida, tierra de contrastes y de comunidades vibrantes, se ha vuelto escenario de redadas masivas, de rupturas familiares, de silencios impuestos por el miedo. Bajo la bandera de esta operación, el gobierno de Trump ha intensificado la cacería del migrante, respaldado por el polémico programa 287(g), que convierte a policías locales en agentes migratorios sin el debido entrenamiento ni la sensibilidad requerida para tratar con seres humanos que huyen de la violencia, la pobreza o la desesperación.

La "Marea Negra" no distingue entre delincuentes y trabajadores, entre amenazas reales y padres de familia. Todos son arrastrados por igual, como si su presencia fuera un delito y su origen una condena. Deportaciones sin juicio, sin audiencia, sin posibilidad de defensa: la reactivación de los procesos expeditos ha convertido a la justicia en un espectáculo sin escenario ni espectadores. Y a la Constitución, en un papel que ya nadie lee.

Mientras se cierran las puertas del Parole Humanitario y se eliminan los TPS, miles de migrantes —mexicanos, centroamericanos, caribeños— quedan atrapados en un limbo jurídico y emocional, invisibles para un sistema que se jacta de defender los derechos humanos... cuando le conviene.

La Marea Negra también ha generado fricciones diplomáticas. Algunos países, al inicio, se resistieron a recibir de vuelta a sus ciudadanos deportados, en un gesto de dignidad y de protesta. Pero la presión política fue más fuerte. El poder de quien expulsa terminó doblegando la resistencia de quien debía proteger.

Y sin embargo, la corriente no se detiene.

A pesar de los muros —físicos, legales y simbólicos— los mexicanos siguen siendo quienes más intentan cruzar la frontera. Porque el miedo a quedarse es más grande que el miedo a partir. Porque el hambre, la violencia, la falta de oportunidades no conocen de políticas ni de elecciones. Porque cuando se vive con la esperanza rota, cualquier horizonte —por incierto que sea— se convierte en destino.

¿Hasta cuándo criminalizaremos el derecho a soñar?

¿Hasta cuándo permitiremos que se gobierne con base en el odio, el prejuicio y la desinformación?

La historia juzgará esta época. Pero nosotros, aquí y ahora, debemos nombrarla por lo que es: una era de persecución institucionalizada, de racismo disfrazado de política pública, de miedo vestido de seguridad nacional.

Frente a esta Marea Negra, solo nos queda una opción para nuestros paisanos: resistir. Con dignidad. Con humanidad. Con la voz firme y el corazón abierto. Porque ningún operativo, por masivo que sea, podrá borrar el hecho de que migrar no es un crimen. Es, y siempre será, un acto de valentía.

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