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El último adiós cuando la frontera impide el duelo

  • Foto del escritor: Cicuta Noticias
    Cicuta Noticias
  • 22 mar
  • 2 Min. de lectura

Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México 23 marzo 2025.- En algún rincón de Estados Unidos, un migrante mexicano recibe una llamada en medio de la noche. Al otro lado de la línea, una voz entrecortada le susurra la noticia que temía escuchar desde el día en que dejó su tierra: su madre ha fallecido. El mundo se le cierra de golpe. Se sienta, cubre su rostro con las manos y siente cómo la distancia se vuelve insoportable. No estará en el funeral, no podrá tomar la mano de su madre por última vez ni despedirse como merece. La frontera no solo divide territorios, también separa abrazos, detiene lágrimas y deja lutos inconclusos.

Para miles de nuestros paisanos en Estados Unidos, la muerte de un ser querido en México no solo es una tragedia personal, sino también un golpe que les recuerda su propia condición de desterrados. Sin papeles, sin garantías, muchos saben que si cruzan la frontera para despedirse, no podrán volver. Otros, aún con la posibilidad de viajar, enfrentan el dilema económico: un boleto de avión cuesta días, semanas o incluso meses de trabajo. Y así, entre el miedo y la impotencia, se quedan donde están, llorando a solas, con la única compañía de una pantalla donde ven, desde lejos, cómo entierran a los suyos.

En estos momentos, la nostalgia se convierte en un peso insoportable. No hay palabras que alivien la culpa de no haber estado allí, de no haber podido decir "te quiero" una vez más. La frontera, esa línea imaginaria convertida en muro, se vuelve un abismo infranqueable entre la vida y la muerte, entre el amor y el adiós.

Pero más allá del dolor, queda el recuerdo. Los paisanos llevan consigo las voces de sus abuelos, los consejos de sus padres, el sabor de la comida que nunca podrán volver a probar en la mesa familiar. Siguen adelante porque saben que su sacrificio no ha sido en vano, porque sus ausencias han llenado de oportunidades a quienes dejaron atrás. Y aunque el duelo se quede sin despedida, el amor traspasa cualquier frontera.

Quizá sea momento de preguntarnos cuántos más tendrán que despedirse en la distancia, cuántos más vivirán un luto sin abrazos. Porque el derecho a decir adiós no debería depender de un pasaporte ni de un estatus migratorio. Porque ningún ser humano debería verse obligado a elegir entre su familia y su futuro. Porque, al final del día, todos merecemos un último adiós.

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X @DANIELLEE69495

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