Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México 27 de febrero de 2025.- La crisis migratoria no es solo un problema de números, sino de vidas en juego. Las políticas restrictivas han convertido la búsqueda de refugio en una trampa mortal. Y eso nos lleva a la premisa de urgir un enfoque más humanitario que reconozca el derecho a la protección y ofrezca soluciones reales a quienes, más que migrantes, son víctimas de un sistema que les da la espalda.
Pretender el asilo en Estados Unidos se ha convertido en un callejón sin salida para miles de mexicanos que huyen de la violencia en sus lugares de origen. Las restricciones impuestas en los últimos años han endurecido aún más el proceso, dejando a esta población en un limbo migratorio que expone su vida e integridad.
El Diagnóstico sobre personas mexicanas desplazadas, deportadas y retornadas en la frontera norte de México, elaborado por el Consejo Noruego para Refugiados y el Comité Internacional de Rescate, advierte que, de concretarse una deportación masiva como la que advierte el presidente Donald Trump, el número de mexicanos retornados podría aumentar de manera alarmante. Esto subraya la urgencia de atender las necesidades de esta población vulnerable.
Desde junio de 2024, el acceso al asilo en EE.UU. se volvió aún más restrictivo con la implementación de la regla de suspensión de asilo del expresidente Joe Biden. Aunque esta medida afecta a migrantes de todas las nacionalidades, impacta de manera desproporcionada a los mexicanos, quienes representan una parte significativa de las solicitudes de refugio.
Las cifras reflejan la magnitud del problema: entre enero y noviembre de 2024, se registraron 190,491 eventos de devolución de mexicanos desde EE.UU. Los estados más afectados fueron Sonora (34%), Tamaulipas (24%) y Baja California (21%). Muchos de estos mexicanos no pueden regresar a sus comunidades de origen debido al peligro que enfrentan, lo que los obliga a un desplazamiento interno forzado.
Atrapados en la frontera, algunos esperan una nueva oportunidad para cruzar; otros, desalentados por las políticas de bloqueo al asilo, optan por ingresar a EE.UU. sin ser detectados. Esto los expone a riesgos aún mayores: perderse en el desierto, caer en manos de traficantes de personas o ser víctimas de extorsión por parte del crimen organizado.
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